martes, 28 de junio de 2011

La pregunta

"Odio el invierno" es lo primero que pienso cada mañana cuando me despierto temprano para estudiar. Hoy no fue la excepción. El paisaje gris y blanco que ofrece mi ventana no ayuda a cambiar mi opinión. El blanco de la escarcha escondiendo el verde del pasto me hace pensar en lo rutinario de las últimas semanas, en lo monocromático de esperar que no pase nada. Ni siquiera estudiar con Belén todas las mañanas logra animarme del todo. "Nada interesante va a pasar hoy, nada va a pasar hoy", pienso mientras caliento el chocolate. A Belén no le gusta el café, o al menos el café que yo preparo y que siempre sirvo frío, según ella.
Nos hacemos un recreo mientras ella me cuenta sobre su vida y yo miro por la venta. Algo de color verde flúo se movía en el techo de mi vecino. No, no era un alien. Era un gato negro vestido con un chaleco verde rabioso y un pañuelo blanco atado al cuello. Nos reímos hasta las lágrimas. Algo atrás de él se acercaba a los saltos. Tampoco era Superman, era un gato blanco con una capa azul, moño verde en el cuello y boina negra. Al misterio sobre el dueño del gallo que canta todas las mañanas en mi cuadra, se le suma el misterio del diseñador o diseñadora de estos dos gatos. Todo un caso para Harriet la espía.
Horas más tarde, cuando Belén estaba por irse, me conecté a Hotmail y al MSN para imprimir unos apuntes que nos mandó un profe. Y justo cuando me había convencido de que lo más colorido que me podía pasar en el día era un gato disfrazado de flogger interpelándome desde el otro lado de la ventana, aparece la pregunta que siempre quise escuchar en los últimos meses, en la esquina de mi pantalla: "¿Querés ser mi novio?". Abrí la ventana. Quien preguntaba no era Estanislao, el pibe con el que venía saliendo desde enero; sino Leandro, un pibe con el que me vi varias veces el año pasado y con el que había pegado buena onda.

jueves, 16 de junio de 2011

Pronóstico

Hoy fue la última clase del cuatrimestre. No llovió como estaba pronósticado, ni hubo miradas cómplices, ni palabras que delaten el intríngulis que nos tenía a nosotros como protagonistas. Nos separaba un silencio no pactado que me aturdía y me calmaba. Nos sentamos en un recreo junto con el resto de nuestros compañeros en el patio. Las paredes transpiraban y el piso estaba mojado por la humedad. 
Uno de los bancos brillaba, también estaba empapado. En aquel banco él se había sentado ayer a esperar a que sea la hora de cursar. Yo almorzaba con unos amigos en la cantina cuando lo vi y apuré el almuerzo para ir al baño y luego saludarlo. Sonreí y lo saludé. Adiviné por su postura que no quería que me siente con él. Tomaba agua de una botella cada vez más seguido y su mirada se perdía en el patio. Le hablé un poco y le robe algunas palabras. Aquel robo presagiaba el silencio de hoy.
Ahí estábamos, otra vez en el mismo patio, él haciendo chistes a algunos compañeros y yo merendando con ellos en silencio. Pensaba en el pronóstico del tiempo fallido, en que nunca leo pronósticos, ni horóscopos; en las probabilidades... Me gusta abrir la ventana y que el día me sorprenda, no llevar paraguas, caminar por la ciudad esquivando los chorros que caen de los balcones... Pensaba en la gente que hoy salió de su casa con paraguas y nosotros ahí sentados, en un patio húmedo y soleado. Era una típica tarde santafesina de verano en junio.

sábado, 11 de junio de 2011

Elige tu propia aventura.

Salía de rendir con un leve dolor de cabeza, un compañero me torturaba con las respuestas de los verdaderos y falsos. No quería escucharlo. Me reprochaba haberme quedado charlando una hora antes del exámen con el pibe con el que soñé toda la semana, en vez de estar en la biblioteca repasando el tema favorito del profesor. Caminaba apurado y asintiéndo con la cabeza. Intenté cambiar de tema, pero siguió preguntándome sobre el exámen. Llegamos a una esquina.
-¿Para qué lado vas?-le pregunté.
-Para allá-respondió haciendo un movimiento ascendente de cabeza.
-Bueno, yo voy para la peatonal-le dije.
-¿Sí? ¿A dónde vas?-me preguntó.
-A un cumple. Llego tarde, nos vemos.-improvisé.
-Nos vemos.
Suspiré aliviado. Caminaba por la senda peatonal hecha de adoquines, cuando lo escuché preguntándome sobre una consigna. Me di vuelta, levanté la mano en un gesto de saludo y seguí caminando.

viernes, 3 de junio de 2011

Tortura subconsciente

Otra vez estaba parado ahí, mirándome a los ojos con su sonrisa grande. Sentía que todo iba a estar bien. Estábamos en el cuarto piso de la facultad, había habido un incendio y él era el héroe. Lo miré a los ojos y sonreí como a veces pasa cuando estamos en clase y el profesor hace un comentario que no nos gusta. Me gustaba esa complicidad de lo no dicho, mirarnos, sonreír y entendernos. Estaba entre la multitud que le agradecía exageradamente. Les decía algo que no podía escuchar por la distancia y me volvió a sonreír. Llamé al ascensor, bajé a la planta baja, crucé el hall, me perdía entre la gente pintada de a momentos de rojo por las luces del camión de bomberos cuando su sirena y la de mi despertador se amalgamaban. Otra vez había soñado con él. Otra vez la tortura de despertar y sentir que me habían arrancado algo. Era la sexta vez en la semana que soñaba con él. Siempre sonriente, siempre mirándonos a los ojos, siempre la misma sensación de que todo va a estar bien.
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