Salía de rendir con un leve dolor de cabeza, un compañero me torturaba con las respuestas de los verdaderos y falsos. No quería escucharlo. Me reprochaba haberme quedado charlando una hora antes del exámen con el pibe con el que soñé toda la semana, en vez de estar en la biblioteca repasando el tema favorito del profesor. Caminaba apurado y asintiéndo con la cabeza. Intenté cambiar de tema, pero siguió preguntándome sobre el exámen. Llegamos a una esquina.
-¿Para qué lado vas?-le pregunté.
-Para allá-respondió haciendo un movimiento ascendente de cabeza.
-Bueno, yo voy para la peatonal-le dije.
-¿Sí? ¿A dónde vas?-me preguntó.
-A un cumple. Llego tarde, nos vemos.-improvisé.
-Nos vemos.
Suspiré aliviado. Caminaba por la senda peatonal hecha de adoquines, cuando lo escuché preguntándome sobre una consigna. Me di vuelta, levanté la mano en un gesto de saludo y seguí caminando.
Necesitaba distenderme. Pensando en qué hacer, llegaba a la peatonal mientras se prendían las luces del Teatro Municipal. Una de las estatuas de la cornisa me miraba pasar. "Como si fuera una hormiga", pensé. Mientras me perdía entre la gente, prendí el celular que había apagado por el exámen para ver si surgía algo. Recordé que era el cumple de Angelita, pero que había decidido no ir porque nunca va al mío. Había dos mensajes en la bandeja de entrada. Uno de un loco que me invitaba a hacer un trío, otro del pibe con el que salía para ir a su casa. También podía volver a casa, ver una peli, estar en la compu o ir al gimnasio.
Necesitaba distenderme. Pensando en qué hacer, llegaba a la peatonal mientras se prendían las luces del Teatro Municipal. Una de las estatuas de la cornisa me miraba pasar. "Como si fuera una hormiga", pensé. Mientras me perdía entre la gente, prendí el celular que había apagado por el exámen para ver si surgía algo. Recordé que era el cumple de Angelita, pero que había decidido no ir porque nunca va al mío. Había dos mensajes en la bandeja de entrada. Uno de un loco que me invitaba a hacer un trío, otro del pibe con el que salía para ir a su casa. También podía volver a casa, ver una peli, estar en la compu o ir al gimnasio.
Recordé una charla que había tenido con Sebastián una madrugada cuando le pregunté qué había hecho hoy y me había respondido que había vivido su pequeña aventura diaria. Según él, la vida era como esos libros "elige tu propia aventura" que leíamos de chicos, cada elección nos definía y moldeaba nuestra vida. Estaba llegando a la parada de colectivo, tenía que decidir qué colectivo tomar y qué aventura vivir. Agarré el celular y le escribí un mensaje a mi vieja: "Ma, esta noche no ceno en casa".
No hay comentarios:
Publicar un comentario