Había memorizado las palabras exactas, las frases calculadas, los silencios de redonda, corchea y semifusa. Había escrito una carta hace algún tiempo. Algunas de las frases permanecían estáticas en mi memoria. Lo que decían era verdadero, pero para mí carecían de valor. Estaban vacías, como un pentagrama sin escribir, sin música. Esas palabras pertenecían a alguien que fui meses atrás cuando escribí esa carta. En aquel momento yo no era quien soy y los motivos para dejar de verme con Estani eran más leves.
Haberme jugado desde un principio por alguien que no tenía las mismas intenciones para conmigo, me había hecho sentir inseguro, me había hecho frenar sin haber pisado el embrague. Después habían aparecido un par de señales ambiguas: Sólo quiere garchar conmigo, pero una noche me convence de ir a una joda de sus amigos de su pueblo; no quiere nada más, pero me invita a tomar una coca y charlar; no contesta mis llamados a propósito, pero después quiere verme; no quiere compromisos, pero me presenta a su mejor amigo... Y después aparecieron las mías: un par de "te quiero", durante y después del clímax, un par cuando vino a dormir a casa y otros por mensaje que nunca fueron respondidos; invitar a un pibe que no me quiere y que no sabe lo que quiere a mi cumpleaños y presentarlo como "un amigo más", ya que nunca definimos lo que éramos.