martes, 16 de agosto de 2011

Silencio

Había memorizado las palabras exactas, las frases calculadas, los silencios de redonda, corchea y semifusa. Había escrito una carta hace algún tiempo. Algunas de las frases permanecían estáticas en mi memoria. Lo que decían era verdadero, pero para mí carecían de valor. Estaban vacías, como un pentagrama sin escribir, sin música. Esas palabras pertenecían a alguien que fui meses atrás cuando escribí esa carta. En aquel momento yo no era quien soy y los motivos para dejar de verme con Estani eran más leves.
Haberme jugado desde un principio por alguien que no tenía las mismas intenciones para conmigo, me había hecho sentir inseguro, me había hecho frenar sin haber pisado el embrague. Después habían aparecido un par de señales ambiguas: Sólo quiere garchar conmigo, pero una noche me convence de ir a una joda de sus amigos de su pueblo; no quiere nada más, pero me invita a tomar una coca y charlar; no contesta mis llamados a propósito, pero después quiere verme; no quiere compromisos, pero me presenta a su mejor amigo... Y después aparecieron las mías: un par de "te quiero", durante y después del clímax, un par cuando vino a dormir a casa y otros por mensaje que nunca fueron respondidos; invitar a un pibe que no me quiere y que no sabe lo que quiere a mi cumpleaños y presentarlo como "un amigo más", ya que nunca definimos lo que éramos.
Yo creo que eso fue lo que nos mató, o lo que me mató. En mi escasa experiencia, nunca había "salido con nadie", si había estado de novio alguna vez, pero con las etiquetas y los límites bien definidos. Nunca me vi con nadie tanto tiempo sin encasillarlo en las categorías "novio", "garche" y "amigo". Y así seguimos durante meses, yendo a mi cuarto cuando mi familia dormía, tomando decenas de cocas después de cursar, saliendo a tomar algo los findes... 
Sin embargo todo esto no justifica, ni explica lo que yo iba a hacer después, unas semanas luego de haber escrito aquella carta en la que nuestro futuro tenía fecha de vencimiento y luego de tres sin vernos; cuando una tarde en vez de sentarme con mi grupo en un recreo de la facultad, decidí sentarme en las escaleras y merendar solo. Estaba en eso cuando pasó un pibe con el que me vi un par de veces cuando la novia con la que vive estaba de viaje. Me miró, se rió y siguió caminando. Yo volví al aula. Después de clases caminaba de vuelta a casa, cuando mi teléfono sonó.
-No me vas a saludar mal educado-dijo la voz del otro lado.
-No sé quién sos, ni conozco tu número, no te puedo saludar.
-Pasaste por adelante mío recién y hace un rato, y no saludaste.
-Aah. La primera vez pasaste vos y la otra ni te vi.
-¿Volvés a tu casa?
-Sí.
-Te llevo.
-No, está bien...
-Dale, que hace una banda que no te veo y de paso charlamos.
-Bueno, pero tengo que volver ya.
Nos encontramos en una esquina, nos saludamos y subimos al auto. Charlamos de temas intrascendentes en el camino a casa, de su nuevo auto, su nuevo laburo, de lo que había hecho el finde. Noté que el auto estaba polarizado y que conservaba el olor "a nuevo". Llegamos.
-Bueno, gracias por traerme.-le dije y me puse la mochila.
Se acercó y me dió un beso. No ofrecí resistencia. Terminamos en su departamento.
Pensaba en toda esta situación un atardecer frío mientras esperaba que Estanislao me pasara a buscar después de clases. Repasaba en mi cabeza el guión que había preparado. Llegó, nos saludamos y empezámos a caminar. Me notó distante y me empezó a hablar. Me di cuenta del esfuerzo que ponía por hacerme reír, por tratar de ver qué era lo que estaba pasando. Poco a poco empecé a recordar lo que me gustaba de él y cómo me sentía cuando estábamos juntos. Ahora sí me sentía mal.
-Estoy contento de verte después de tanto tiempo-me dijo.
-Vos estás muy lindo hoy-no pude evitar decirle-está muy buena esa camisa.
-Era de mi viejo cuando tenía mi edad.
Me estaba yendo del guión. Pasamos por un kiosko.
-Vamos a tomar una coca-me invitó.
-No tengo ganas-le dije.
-No me importa-me respondió riéndose y entró.
Desde adentro me hacía caras. Entré y nos sentamos. Charlamos media hora.
-¿De qué querías hablar?-me preguntó.
Hubo un silencio. Tragué saliva y miré hacia abajo.
-De nada-dije al rato.
No me creyó, pero siguió hablándome como si nada. Me acompañó a la parada de colectivos. Cuando estaba por llegar el colectivo me dijo que me había extrañado mucho. No le respondí, sonreí y subí al colectivo. Estaba lleno, sin embargo yo no escuchaba nada, mi mirada estaba fija en la ventana por la que corría el paisaje gris de la ciudad y no sé si era el colectivo repleto o qué, pero me sentía ahogado y cada vez me costaba más respirar. Me sentía atragantado y había olvidado mi libreto.

No hay comentarios:

Locations of visitors to this page