lunes, 30 de mayo de 2011

Manada

Se acomodó entre mis piernas, cerró los ojos y se durmió. Su respiración era lenta y profunda. Me dediqué a ver su cara, su piel era blanca y tenía labios grandes y rosados. Me pregunté si soñaba, vi sus ojos que se movían rápido, efectivamente soñaba. "Quizás sueñe conmigo", me dije, quizás con un nosotros. Dormía entre mis piernas que a su vez se dormían. Dormía entre mis piernas. "Como la canción de Soda", pensé. Y mientras miraba como su panza se hinchaba y desinchaba con cada inhalación y exhalación, recordé un documental de Animal Planet. Se trataba de una manada de leones. En aquella manada había un león y una leona  que no se llevaban bien y que terminaron durmiendo uno al lado del otro. Según los investigadores esto significaba que los leones confiaban plenamente el uno del otro. 
Volví mi mirada sobre aquel cuerpo soñante. Yo seguía despierto. Estaba muy oscuro, era mi parte favorita de la madrugada. Al lado nuestro descansaban dos cuerpos más. Cerré mis ojos tratando de confiar. Recordé que el documental explicaba que cuando dormían los leones se encontraban con la guardia totalmente baja, que un león podría matar a otro que dormía, es por esto que dormir juntos era una señal de que se confiaban mutuamente. Abrí mis ojos. Se veía tan vulnerable. "Podría matarlo", pensé y aún así nunca sabría que fui yo.
Traté de recordar la canción de Soda, "Ciudad de la furia", la parte que habla de dormir entre las piernas. No podía. Pensé que sería genial escuchar esa canción en ese momento. De ahora en más esa canción significaría algo para mí. Siempre me había gustado y sin embargo no podía recordarla. Volví a cerrar mis ojos. Murmuró algo, como quejándose, una frase ininteligible que apenas pude percibir. Salió de aquel mundo onírico cuando abrió los ojos. No me había percatado de lo azules que eran. Nos miramos y sonreí. Acaricié un cachete con la parte externa de mi dedo índice. Hizo una mueca que no pude descifrar. Se levantó, nos vestimos y me fui. Tarareaba la canción que no recordaba mientras caminaba por calles nebulosas. Hacía frío y ya no dormía entre mis piernas.

2 comentarios:

betulo dijo...

Siempre me ha extrañado el apego que los gatos le tienen a venirse a dormir en las piernas ¡y cuanto lo he agradecido en frías noches de invierno! aunque, con lo que me muevo, no lo comprendo.

Pavote dijo...

Supongo que los leones y los gatos no deben ser muy diferentes en este sentido.

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