sábado, 17 de septiembre de 2011

Stalin

Casi dos meses después de aquella despedida implícita, un nuevo cuatrimestre empezaba y con él, José volvería a mi vida cotidiana. Tomé aire y me senté en el patio a esperar la hora de la primera clase de la semana, mientras iban llegando algunos compañeros. Estaba exactamente en el mismo lugar que aquella tarde húmeda cuando me ignoró completamente. El lugar era el mismo, pero con el verano acercándose tímido, se percibía diferente. Y entonces entró en escena, serio como siempre y con una barba de varios días. Me miró directo a los ojos. Sin saber qué hacer, levanté la mano para saludarlo para que luego corriera la mirada y siguiera su camino. Los días sucesivos no serían diferentes.
Un sábado, mientras cursabábamos, un profesor nos hizo un test de orientación política. Terminado el test, el profesor nos dijo que para la clase siguiente teníamos que exponer las ideas de algún intelectual de la corriente contraria. Mi resultado no me sorprendió, intuía de antemano que obtendría un puntaje alto en libertad individual y uno bajo en libertad económica, un liberal de izquierda, digamos. Quien sorprendió fue José: Autoritario de izquierda. Obtuvo el puntaje más extremista, junto con otro compañero que casi era anarquista. Miré a José y no pude evitar hacerle un comentario.
-¿Qué hacés Stalin?-le pregunté mientras hacía un gesto militar poniendo mi mano sobre mi frente.
José estaba rojo.
-¿Pero qué tenemos que hacer?-me preguntó con el tono de voz raro con el que se hablan dos personas que están en una situación incómoda, mientras su cara volvía a su color habitual.
-Tenemos que buscar un pensador de alguna corriente contraria y exponer sus ideas.
-¿Y a quién podría elegir yo?
-Mmmm... No sé. Hobbes, Hayek. La tenés fácil.
Movió la cabeza de un lado a otro como convenciéndose.
-Esto te re deschaba-me dijo y puso la vista en el pizarrón de vuelta a la clase.
Y así volvíamos a hablar y el intríngulis comenzaba nuevamente...

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