lunes, 30 de enero de 2012

Solicitud

(Viene de Paul).
Me desperté tarde la mañana siguiente del cumple de Mariano. Me alisté tan rápido como pude, agarré la primera carpeta a mi vista y tomé el cole que se asomaba en la esquina. Llegué una hora y media tarde a la última clase del año, cerca de las 9:30. No me había perdido nada importante. El profesor contaba anéctodas de su viaje a China mientras yo intentaba recordar los detalles de la noche anterior. "¿Se acordará de mi nombre y apellido la amiga de Paul?", "¿Me habrá agregado al Facebook?", "¿Me habrá agregado Paul?", me preguntaba mientras el recreo de las 10:30 no se apuraba en llegar. Necesitaba desayunar algo urgente y no estaba Belén para contarle que había conocido a alguien que me gustaba. El resto de la mañana transcurrió rápido una vez que pude concentrarme en lo que decía el profesor. Cerca de las 13:30 ya estábamos en la vereda de la facu y yo emprendía la vuelta a casa con ansias de abrir mi cuenta de Facebook.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Paul

Caminaba por el puente colgante, para llegar a la costanera este, pensando en cómo decirle a Mariano que me iría temprano porque en unas horas cursaba una materia. La excusa era perfecta, no sentía la culpa de mentirle, ni el cargo de conciencia por irme temprano de su cumple. Por primera vez, cursar un sábado me servía para algo, aunque sea para zafar temprano de una joda en la playa en la que no conocía a nadie.

martes, 20 de diciembre de 2011

Casting

Conversación por MSN con Guido, mi mejor amigo de la primaria:
-Che, ¿Pensaste en la posibilidad de una novia? ¿Estás buscando novia?
-¿A qué viene todo esto?-pregunté a la defensiva pensando que me preguntaría si era gay.
-Vos respondeme sí o no.
No supe bien qué responder. La piloteé como pude. El chat me parecía un medio cobarde para salir del clóset, aunque más cobarde era no decirle quién era a quien se jactaba de conocerme desde los seis años.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Defectos

Otra salida de jueves en Falucho Bar con mis compañeros de facultad estaba por empezar. Caminaba por la peatonal sin apuro. La quietud de las calles sugería que era tarde y el reloj de la Iglesia del Carmen indicaba las dos y media. Sus características campanadas lo confirmaron. Siento una sensación indescriptible al caminar en esas horas. Era el momento de la noche en la cual un viento fresco enreda el olor a río con el aroma de la cebada de la cervecería dándole a la ciudad un color único. Aquella amalgama me hizo recordar a José. José odiaba Santa Fe y eso para mí era un defecto. Alguna vez me pregunté qué me gustaba de él, sin embargo aquella noche, caminando por la calle San Martín, no podía dejar de pensar en sus defectos; defectos que volverían a cualquiera indeseable, pero que en José acentuaban mi atracción.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

La respuesta

¿Qué hacés cuando lo que siempre quisiste escuchar llega tarde? Era la pregunta que siempre rondaba mi cabeza las noches que no podía conciliar el sueño, meses después de que mi relación con Gustavo se apagara definitivamente. Por supuesto, en aquella época, lo que quería escuchar era a Gustavo diciéndome lo que realmente sentía y lo tardío era algo mucho más nebuloso.
Tres años después de aquellas noches de insomnio esperando a quien nunca me esperó, una noche de sábado, llamaba a Guido para decirle que no hacía tiempo para cenar con él y el resto del grupo en 1980, pero que podía ir más tarde si decidían quedarse a bailar en el sótano del restaurante.
Llegué al lugar cerca de las doce, mientras mis amigos terminaban de pagar la cuenta, sin pensar que, aquella noche, la pregunta que me anduvo rondando la cabeza tanto tiempo encontraría una respuesta.

viernes, 28 de octubre de 2011

Vernal

El celular vibraba en el borde de la pileta del baño, a punto de caerse, mientras trataba de alistarme en tiempo récord. Javier, Alicia y su hermana me pasaban a buscar en taxi, un rato antes de lo pactado, para recibir la primavera. Me miraba en el espejo y contaba las cosas que tenía que llevar, cuando la bocina sonó. Me até la entrada-pulsera y subí al auto. Nos saludamos como se saludan esas personas que hace mucho tiempo no se ven, pero cuya relación es inmune al paso del tiempo.

martes, 11 de octubre de 2011

Confiar

-Vos no confiás en mí-disparó Belén, mientras yo intentaba entender el funcionamiento del SPSS, un sábado soleado por la tarde. La miré, puse la mueca más parecida a una sonrisa y volví mi cara a la pantalla de su notebook, intentando descifrar el programa y su frase. Lo cierto es que me resulta difícil dejar de concentrarme cuando no entiendo algo, así que dejé pasar la frase y puse mi esfuerzo en el software, mientras ella miraba el partido de River con Gimnasia de la Plata.
Hacía varios días que me venía tirando palos, sabía que en algún momento debía hablar con ella y contarle que era gay. Sabía que no habría ningún problema y que se empezaba a sentir algo "desplazada" por no contarle.
No entendía bien a qué venía su frase, por eso cuando llegué a casa y entré al blog, sospeché que por ese lado venía la mano. Había recibido más de cincuenta visitas el día anterior, la mayoría venía de un link publicado en un grupo al que pertenece Belén. Y ahí entendí todo, o creí entenderlo y le mandé un mensaje privado por Facebook diciéndole que teníamos que hablar. Al suponer que alguien que conozco había leído el blog, me sentí expuesto, vulnerable. Es por esto que decidí parar la pelota y sacarla de la cancha, decidí cerrar el blog por un tiempo.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Brindis

"There's no need to be kind to you
And the will to see you smile and belong has now gone,
It's not your birthday anymore."

Letra de la canción "It's not your birthday anymore" de Morrissey.
-Che, ¿Y te sentís mejor?- me preguntó Guille, mientras tomábamos una coca en la plaza Constituyentes.
-Sí-le respondí algo extrañado.
Giré mi cabeza apoyada sobre el tronco del árbol para verlo en la cara.
-Pero o sea, ¿No te sigue pasando eso que te pasaba?
Lo miro extrañado.
-Guillermo. No sé leer entre líneas, me cuesta ver lo implícito. Contame vos qué me pasa, ¿Fui el último en enterarme que tengo cáncer?
-Dejá de hacerte el pajero.-me dijo mientras tomaba un sorbo de coca.
-No me hago nada. No entiendo a qué viene tu pregunta.
-De la salida.
-¿De qué salida?

sábado, 17 de septiembre de 2011

Stalin

Casi dos meses después de aquella despedida implícita, un nuevo cuatrimestre empezaba y con él, José volvería a mi vida cotidiana. Tomé aire y me senté en el patio a esperar la hora de la primera clase de la semana, mientras iban llegando algunos compañeros. Estaba exactamente en el mismo lugar que aquella tarde húmeda cuando me ignoró completamente. El lugar era el mismo, pero con el verano acercándose tímido, se percibía diferente. Y entonces entró en escena, serio como siempre y con una barba de varios días. Me miró directo a los ojos. Sin saber qué hacer, levanté la mano para saludarlo para que luego corriera la mirada y siguiera su camino. Los días sucesivos no serían diferentes.
Un sábado, mientras cursabábamos, un profesor nos hizo un test de orientación política. Terminado el test, el profesor nos dijo que para la clase siguiente teníamos que exponer las ideas de algún intelectual de la corriente contraria. Mi resultado no me sorprendió, intuía de antemano que obtendría un puntaje alto en libertad individual y uno bajo en libertad económica, un liberal de izquierda, digamos. Quien sorprendió fue José: Autoritario de izquierda. Obtuvo el puntaje más extremista, junto con otro compañero que casi era anarquista. Miré a José y no pude evitar hacerle un comentario.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Un año atrás

Un año atrás, la sombra del mandarino de Gabriela era insuficiente para que el sol violento de las tres de la tarde evitara que me quemara la piel y despertara de la primera gran borrachera de mi vida. Corrí los brazos de Julián y Gabriela que posaban sobre mi cuerpo, y me senté sobre la sábana sobre la que habíamos descansado. Y entonces, el zumbido. Julián y Gabi se incorporaron también. La frase "qué buena noche" fue unánime y sonreímos cómplices. Con Juli, fuimos hasta una panadería sobre Facundo Zuviría para comprar unos sánguches que nos sacaron del apuro. En el camino, Daniela nos avisaba que estaba yendo para la casa de Gabriela para hablar de aquella noche increíble.
Un año atrás, me puse una remera blanca estampada con el rojo, el fucsia, amarillo, violeta y verde más furiosos que encontré; y me tomé el quince para asar unas hamburguesas en lo de Gabriela. La remera al cuerpo me decía que los efectos de dos años de gimnasio se empezaban a notar. Más tarde, llegarían Julián y Daniela sin intuir que aquella sería la mejor noche de nuestras vidas.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Viaje

En el horizonte, casi invisibles, las montañas se diluían en el cielo amarillo del atardecer. Estaba llegando a Córdoba con la excusa de un congreso de tres días. Belén me esperaba ansiosa y me había mantenido entretenido durante el viaje relatándome una crónica de lo que pasaba por mensajes de texto: Se había caído en un pozo frente a Rodrigo, el chico que le gustaba; después me contó que Rodrigo y sus amigos lo único que hacían era hablar del congreso, que estaba más "insípido" que nunca y que se había gastado casi toda la plata en libros, por lo que las chances de salir con él esa noche, eran nulas.
Llegué en taxi al congreso donde Belén me esperaba para ponerme al tanto sobre las charlas, la acreditación, los libros y el resto del grupo. Después del acto de apertura, nos fuimos al departamento de mi hermano donde cociné unas pizzas para la cena.

domingo, 21 de agosto de 2011

A marzo

Ayer sábado, después de cursar casi cinco horas, decidí irme del aula antes de que la clase termine. Minutos después de las doce, con un sol duro y un leve viento frío, casi choqué con el profe que me gustaba en una esquina cerca de la facu. Supuse que venía de correr o de algún gimnasio. Tenía un buzo gris, un short azul muy corto y unas zapatillas que no usaba con medias. Tenía piernas largas, musculosas y lampiñas. Esta vez estaba sin la novia. Preparaba mi mejor sonrisa para seguir caminando cuando me saludó:
-Hola.
-Hola.-le contesté tímido y sin mirarlo a la cara.
-¿Cómo andás?
-Bien. ¿Vos?-le repregunté después de dudar si debía tutearlo o no.

martes, 16 de agosto de 2011

Día del Amigo

Después de la derrota de la selección en nuestras tierras, la ciudad recobró violentamente su aire aldeano. Volví a caminar por la calle sin escuchar murmullos en tonada caribeña y los rostros volvieron a ser los mismos. Con mis amigos salimos a cenar el domingo siguiente al Día del Amigo porque no pudimos vernos en la semana. Yo había pasado aquel día con Daniela en su casa tomando mate y poniéndonos al día. Ese domingo eran las elecciones en la provincia y de eso discutíamos después de pedir unas pizzas en 1980. El debate se estaba poniendo bastante acalorado cuando Bárbara interrumpió:
-Basta de pelear por política. Hablemos de sexo.
Los ojos del mozo que estaba a pasos detrás de ella se desorbitaron.

Silencio

Había memorizado las palabras exactas, las frases calculadas, los silencios de redonda, corchea y semifusa. Había escrito una carta hace algún tiempo. Algunas de las frases permanecían estáticas en mi memoria. Lo que decían era verdadero, pero para mí carecían de valor. Estaban vacías, como un pentagrama sin escribir, sin música. Esas palabras pertenecían a alguien que fui meses atrás cuando escribí esa carta. En aquel momento yo no era quien soy y los motivos para dejar de verme con Estani eran más leves.
Haberme jugado desde un principio por alguien que no tenía las mismas intenciones para conmigo, me había hecho sentir inseguro, me había hecho frenar sin haber pisado el embrague. Después habían aparecido un par de señales ambiguas: Sólo quiere garchar conmigo, pero una noche me convence de ir a una joda de sus amigos de su pueblo; no quiere nada más, pero me invita a tomar una coca y charlar; no contesta mis llamados a propósito, pero después quiere verme; no quiere compromisos, pero me presenta a su mejor amigo... Y después aparecieron las mías: un par de "te quiero", durante y después del clímax, un par cuando vino a dormir a casa y otros por mensaje que nunca fueron respondidos; invitar a un pibe que no me quiere y que no sabe lo que quiere a mi cumpleaños y presentarlo como "un amigo más", ya que nunca definimos lo que éramos.

lunes, 18 de julio de 2011

No cumpleaños

Los cumpleaños siempre me parecieron eventos trascendentes, situaciones especiales en las que se definía la importancia que uno tenía para los demás. Ser invitado es, a mi entender, ser tenido en cuenta; estar presente en los pensamientos de una persona que decide compartir un día especial del año conmigo. Quizás suena un poco tonto, pero así lo siento y así lo vivo. 
A veces pienso que lo que me pasa tiene que ver con mi infancia y, más precisamente, con el primer chico que me gustó. Aldo era mi mejor amigo desde cuarto grado, pero yo no era para él su mejor amigo. Todos los años jugaba un juego: Un año me invitaba a su cumpleaños y al siguiente no. Sentía que de alguna forma él sabía lo que me pasaba y jugaba con mi reacción. Por supuesto, yo simulaba lo mejor que podía aquella omisión deliberada. Las veces que me invitó, ir a aquella fiesta se convertía para mí, en el evento más importante del año, más que Navidad incluso. Y yo, todos los años, el día de su cumple, lo esperaba afuera del aula para ser el primero en saludarlo. Por supuesto, eso no cambiaba su opinión acerca de invitarme o no. Yo sabía eso y creo que él sospechaba que mi saludo estaba libre de cualquier otra intención.

martes, 28 de junio de 2011

La pregunta

"Odio el invierno" es lo primero que pienso cada mañana cuando me despierto temprano para estudiar. Hoy no fue la excepción. El paisaje gris y blanco que ofrece mi ventana no ayuda a cambiar mi opinión. El blanco de la escarcha escondiendo el verde del pasto me hace pensar en lo rutinario de las últimas semanas, en lo monocromático de esperar que no pase nada. Ni siquiera estudiar con Belén todas las mañanas logra animarme del todo. "Nada interesante va a pasar hoy, nada va a pasar hoy", pienso mientras caliento el chocolate. A Belén no le gusta el café, o al menos el café que yo preparo y que siempre sirvo frío, según ella.
Nos hacemos un recreo mientras ella me cuenta sobre su vida y yo miro por la venta. Algo de color verde flúo se movía en el techo de mi vecino. No, no era un alien. Era un gato negro vestido con un chaleco verde rabioso y un pañuelo blanco atado al cuello. Nos reímos hasta las lágrimas. Algo atrás de él se acercaba a los saltos. Tampoco era Superman, era un gato blanco con una capa azul, moño verde en el cuello y boina negra. Al misterio sobre el dueño del gallo que canta todas las mañanas en mi cuadra, se le suma el misterio del diseñador o diseñadora de estos dos gatos. Todo un caso para Harriet la espía.
Horas más tarde, cuando Belén estaba por irse, me conecté a Hotmail y al MSN para imprimir unos apuntes que nos mandó un profe. Y justo cuando me había convencido de que lo más colorido que me podía pasar en el día era un gato disfrazado de flogger interpelándome desde el otro lado de la ventana, aparece la pregunta que siempre quise escuchar en los últimos meses, en la esquina de mi pantalla: "¿Querés ser mi novio?". Abrí la ventana. Quien preguntaba no era Estanislao, el pibe con el que venía saliendo desde enero; sino Leandro, un pibe con el que me vi varias veces el año pasado y con el que había pegado buena onda.

jueves, 16 de junio de 2011

Pronóstico

Hoy fue la última clase del cuatrimestre. No llovió como estaba pronósticado, ni hubo miradas cómplices, ni palabras que delaten el intríngulis que nos tenía a nosotros como protagonistas. Nos separaba un silencio no pactado que me aturdía y me calmaba. Nos sentamos en un recreo junto con el resto de nuestros compañeros en el patio. Las paredes transpiraban y el piso estaba mojado por la humedad. 
Uno de los bancos brillaba, también estaba empapado. En aquel banco él se había sentado ayer a esperar a que sea la hora de cursar. Yo almorzaba con unos amigos en la cantina cuando lo vi y apuré el almuerzo para ir al baño y luego saludarlo. Sonreí y lo saludé. Adiviné por su postura que no quería que me siente con él. Tomaba agua de una botella cada vez más seguido y su mirada se perdía en el patio. Le hablé un poco y le robe algunas palabras. Aquel robo presagiaba el silencio de hoy.
Ahí estábamos, otra vez en el mismo patio, él haciendo chistes a algunos compañeros y yo merendando con ellos en silencio. Pensaba en el pronóstico del tiempo fallido, en que nunca leo pronósticos, ni horóscopos; en las probabilidades... Me gusta abrir la ventana y que el día me sorprenda, no llevar paraguas, caminar por la ciudad esquivando los chorros que caen de los balcones... Pensaba en la gente que hoy salió de su casa con paraguas y nosotros ahí sentados, en un patio húmedo y soleado. Era una típica tarde santafesina de verano en junio.

sábado, 11 de junio de 2011

Elige tu propia aventura.

Salía de rendir con un leve dolor de cabeza, un compañero me torturaba con las respuestas de los verdaderos y falsos. No quería escucharlo. Me reprochaba haberme quedado charlando una hora antes del exámen con el pibe con el que soñé toda la semana, en vez de estar en la biblioteca repasando el tema favorito del profesor. Caminaba apurado y asintiéndo con la cabeza. Intenté cambiar de tema, pero siguió preguntándome sobre el exámen. Llegamos a una esquina.
-¿Para qué lado vas?-le pregunté.
-Para allá-respondió haciendo un movimiento ascendente de cabeza.
-Bueno, yo voy para la peatonal-le dije.
-¿Sí? ¿A dónde vas?-me preguntó.
-A un cumple. Llego tarde, nos vemos.-improvisé.
-Nos vemos.
Suspiré aliviado. Caminaba por la senda peatonal hecha de adoquines, cuando lo escuché preguntándome sobre una consigna. Me di vuelta, levanté la mano en un gesto de saludo y seguí caminando.

viernes, 3 de junio de 2011

Tortura subconsciente

Otra vez estaba parado ahí, mirándome a los ojos con su sonrisa grande. Sentía que todo iba a estar bien. Estábamos en el cuarto piso de la facultad, había habido un incendio y él era el héroe. Lo miré a los ojos y sonreí como a veces pasa cuando estamos en clase y el profesor hace un comentario que no nos gusta. Me gustaba esa complicidad de lo no dicho, mirarnos, sonreír y entendernos. Estaba entre la multitud que le agradecía exageradamente. Les decía algo que no podía escuchar por la distancia y me volvió a sonreír. Llamé al ascensor, bajé a la planta baja, crucé el hall, me perdía entre la gente pintada de a momentos de rojo por las luces del camión de bomberos cuando su sirena y la de mi despertador se amalgamaban. Otra vez había soñado con él. Otra vez la tortura de despertar y sentir que me habían arrancado algo. Era la sexta vez en la semana que soñaba con él. Siempre sonriente, siempre mirándonos a los ojos, siempre la misma sensación de que todo va a estar bien.

martes, 31 de mayo de 2011

Llamado

Me dijo que necesitaba desesperadamente hablar conmigo, que estaba mal, que necesitaba descargarse, que necesitaba iniciar la tormenta para ver amanecer. Le dije que estaba cansado, que acababa de llegar a casa, que era sábado, que eran las dos de la mañana y tenía que cursar a las siete y media. No le gustaron mis palabras, volvió a rogarme, repetía una y otra vez que yo era la única persona que entendería. No nos conocíamos tanto y sin embargo estaba ahí, pidiendome estar. Volví a decirle que no. Le propuse que me pase a buscar después de la facultad a las diez de la mañana. Me dijo que no, que lo que le pasaba, le pasaba en ese momento, que no podía esperar. Le pedí que me perdone y me fui a acostar. Traté de dormir, pero no pude. Dormía y despertaba para volver a dormir y despertar. Pensaba en lo que podía estar pasándole. Pensaba que yo alguna vez también estuve ahí y no tuve a nadie. Volví al interminable ciclo de dormir y despertar para dormir hasta que vi el reloj. Eran las ocho y media. "La puta madre", pensé, "falté a clases". Estaba tan cansado que me dolía el cuerpo, como si tuviera el peso de un edificio encima.

lunes, 30 de mayo de 2011

Manada

Se acomodó entre mis piernas, cerró los ojos y se durmió. Su respiración era lenta y profunda. Me dediqué a ver su cara, su piel era blanca y tenía labios grandes y rosados. Me pregunté si soñaba, vi sus ojos que se movían rápido, efectivamente soñaba. "Quizás sueñe conmigo", me dije, quizás con un nosotros. Dormía entre mis piernas que a su vez se dormían. Dormía entre mis piernas. "Como la canción de Soda", pensé. Y mientras miraba como su panza se hinchaba y desinchaba con cada inhalación y exhalación, recordé un documental de Animal Planet. Se trataba de una manada de leones. En aquella manada había un león y una leona  que no se llevaban bien y que terminaron durmiendo uno al lado del otro. Según los investigadores esto significaba que los leones confiaban plenamente el uno del otro. 
Volví mi mirada sobre aquel cuerpo soñante. Yo seguía despierto. Estaba muy oscuro, era mi parte favorita de la madrugada. Al lado nuestro descansaban dos cuerpos más. Cerré mis ojos tratando de confiar. Recordé que el documental explicaba que cuando dormían los leones se encontraban con la guardia totalmente baja, que un león podría matar a otro que dormía, es por esto que dormir juntos era una señal de que se confiaban mutuamente. Abrí mis ojos. Se veía tan vulnerable. "Podría matarlo", pensé y aún así nunca sabría que fui yo.

domingo, 29 de mayo de 2011

El profe

Me enjuagué el pelo con agua fría y salí de la ducha. Me miré la cara en el espejo. A pesar de haberme afeitado ayer, algo de barba ya había crecido. No había tiempo, así que sólo me afeité el bigote, me puse algo de desodorante, perfume, el reloj, el boxer más decente que encontré y me vestí para ir a clases. Repetía "cinco cosas, cinco cosas": Llave, billetera, reloj, dni y tarjeta de colectivo. "Cinco cosas, cinco cosas". Cinco cosas que son seis cuando voy a un cumpleaños: Llave, billetera, reloj, dni, tarjeta de cole y regalo. No era una clase cualquiera. Hacía varias clases que cursar se había convertido en otra cosa, en una especie de ritual. En un ritual en el que escucho, tomo apuntes y nos miramos, como si yo fuera el único alumno de la clase.
Me subí al colectivo sabiendo que llegaría tarde. Mientras viajaba pensaba que llegar tarde sería lo mejor, ya que podía hacerme el boludo, no sentarme con mis compañeros y elegir un asiento donde ninguno de mis compañeros podía ver que con el profe intercambiábamos miradas. Caminé lentamente la cuadra que separa la parada del cole de la facu. El pie que me habían operado la semana anterior no me molestaba, pero el médico me había dicho que no camine mucho. Subí al cuarto piso en ascensor. Abrí la puerta del curso. Me miró a los ojos cuando entré y me senté ni muy atrás, ni muy adelante y un poco al costado. Tenía puesta una camisa blanca arremangada, una corbata y un pantalón azules, zapatos negros y en su cara se asomaba incipiente una barba de pocos días.

Son pavadas mías.

Es una frase que uso cuando la gente no entiende lo que digo o lo que quiero decir. Generalmente ocurre cuando deliro o cuando intento decir de manera solapada lo que me pasa. No me sale ser explícito. También me pasa cuando conozco a alguien (cualquiera sea la ocasión) y hablo de lo que me gusta, de lo que soy, de lo que me apasiona, cuando me muestro sin preámbulos tal cual soy. Entonces la gente pone esa cara que pone la gente cuando ve algo raro o que no entiende. Y ahí es cuando mi frase entra en escena. Es por esto que empecé este blog: Para escribir pavadas mías, para poder expresarme, para retomar la escritura que hace años abandoné por completo... Si alguien se engancha en mis pavadas, las lee y las comenta; sería interesante. Si no pasa, no se preocupen: Son pavadas mías.
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